Vuelvo a estar en África, en la África auténtica. Nada más aterrizar me piden la cartilla de Vacunación Internacional para comprobar el sello de la fiebre amarilla, me sorprende tanto la amabilidad de la policía como la rapidez para gestionar el visado, ni papelito a rellenar ni nada, 50 $ y para dentro.
Cuando estoy a punto de salir de la terminal oigo que un policía con un grito raro me indica que pase la mochila por el escáner, según sale me dice que me aparte, en un idioma muy raro (según él era inglés) y después de casi 5 minutos le logro entender que porqué llevo un dron, ¡mierda! hasta ahora todo perfecto con el dichoso dron pero aquí parece que no… a la vez que le entiendo la palabra “dron” le veo una pistola enorme en el lado derecho de su uniforme, no tengo miedo, pero el dron y la pistola en un mismo cocktail me intimidan un poquito. Muy a regañadientes le logró entender que no está permitido y que me lo requisan, tiene tela! Me he confiado viendo la facilidad para moverlo en el equipaje de mano tanto por Amsterdam como Sudáfrica y Mozambique pero aquí parece que no va a colar, me pide el pasaporte mientras abre una libreta y se dispone a “ficharme”, llega un francés al que también le cazan, éste no tiene pinta de quedarse amilanado como yo y lucha porque le dejen pasar, pero el policía permanece impasible mientras sigue apuntando mis datos a una velocidad parsimoniosa. No se si me lo quiere destruir, si me lo quiere requisar o directamente si me lo quiere dejar pasar a cambio de una generosa propina; aparece una chica a la que le pregunto cuál es la situación, no me dice nada pero me hace gestos de acompañarla, me deja en una sala junto a otro policía a la vez que empieza a rellenar otro papelito interminable. Acaba, coge un llavero con unas 50 llaves y sin decirme nada vuelve a hacerme intuir que le siga, me lleva a un depósito y me hace gestos para que elija dónde quiero dejar el dichoso dron, creo que lo he puesto a buen recaudo por si algún día lo recupero. Antes de salir creo entenderle que cuando regrese me lo devuelven, yo quería continuar hacia Kenia o Tanzania por tierra pero me temo que si quiero recuperarlo tendré que volver aquí. Abandono la terminal pensando que no ha sido para tanto, simplemente la extrañeza del nuevo país junto con la dificultad para entenderme con esta gente tan poco comunicativa han hecho de una situación natural un tanto interminable (casi hora y media), pero al fin y al cabo si no dejan entrar con dron pues eso, me lo requisan, me lo custodian en un depósito con otras 1000 cosas y luego… ya veremos si me lo devuelven.
Llego a la calle buscando alguna camiseta que me resulte familiar, después de un primer vistazo no veo a “Frutas Bruno” por ningún lado, vuelvo a hacer como si cruzara un paso de cebra, izquierda, derecha, izquierda, nada; de repente miro de frente y veo a un negro un pelín bajito haciéndome gestos con las manos, sonrío, tengo a “Frutas Bruno” en mis narices y no he sido capaz de verlo.
Son las 4 de la mañana, después de casi 30 minutos activando una tarjeta de internet cogemos un taxi y nos vamos hacia… buena pregunta, no tengo ni idea de dónde nos vamos, mi confianza a veces roza lo insospechado (nunca mejor dicho, no le conozco de nada), le pregunto y me dice “¿joutel, nou?”, y yo “ah, of course, yes, yes!”. Llegamos a un hotel rancio y cutre, pero no nos quedamos porque son 30 $ la noche y él cree que es mucho. Continuamos a otro aún más rancio y cutre, aquí son 20 $ la noche y con un intercambio de miradas le digo que ok, que nos dejemos de historias y durmamos un poquito.
Cuatro horas más tarde estamos sentados desayunando y hablando de mis planes para estos días, quiero visitar 3 posibles proyectos y a la vez aprovechar al máximo para ver gorilas, hacer safaris, trekking con chimpancés, cataratas,… La primera en la frente, la visita a las familias de gorilas en la selva impenetrable de Bwindi cuesta 600 $, “creo que me estás tomando el pelo Bruno, ¿cuánto?”, pues parece que sí, chequeo en internet y eso es lo que observo. Bueno, pole pole, vamos a ir por orden y todo se verá pero vamos, 600 $ no pienso pagar.
Antes de irnos hacia el este del país damos una vuelta por Entebbe, ciudad donde se encuentra el aeropuerto internacional; esta sí, esta vuelve a ser la África que a mi me gusta respirar: motos, coches, bocinas, carros, puestos de comida aceitosa, fruta callejera, vendedores de crédito para el móvil con sus mesas, sillas y sombrillas de terraza,… en una palabra, negros por todos lados.
Pillamos un boda boda (una moto-taxi que en Tanzania lo llaman piki piki), nos subimos los 3 y me llevan hacia un restaurante en una playa del Lago Victoria, el 2º de agua dulce más grande del mundo. Se supone que aquí comemos Bruno y yo, digo se supone porque él no me dice nada; después de un rato sentados le pregunto qué hacemos y me dice que sí, que podemos comer, sólo hay carne o pescado, pues pescado para dos. Después de 1 hora y 20 minutos de espera aparece el camarero con dos bandejas con un pez a cada cual más grande, verduras y patatas, alucino con la cantidad, aquí comemos 3 por lo menos.
Me rindo al poco, tengo aún “cuerpo jota” después de la jornada de viajes de ayer y de apenas haber dormido. Bruno está escuchimizado pero se lo come todo, vuelvo a alucinar. Según se sacude las manos me dice “gracias por la comida”, bien, deduzco que también he de pagar yo. Son 20 € al cambio, los platos están bien pero precio europeo… no está tan bien. Según salimos le explico a Bruno que mi intención es moverme localmente, que este restaurante muy bonito y la comida muy buena pero que no quiero moverme así, ni por precio ni por cultura, así que de ahora en adelante sitios locales y comida barata, asiente con la cabeza.
Subimos a otro boda boda, no tengo ni idea de dónde vamos pero estamos dando vueltas unos 30 minutos y no es que vayamos muy cómodos precisamente, en cuanto tenga oportunidad le quiero preguntar qué coño estamos haciendo. Bajamos en un centro comercial inmenso y moderno que no encaja nada con el entorno de alrededor y paramos en una oficina de cambio de divisas, me dice que si le puedo hacer un favor, que un chico inglés quiere venir a ver los gorilas con 5 amigos y que le ha enviado dinero para reservar los tickets, que si lo puedo retirar yo porque él no puede, le digo que no, lo siento pero no, con dinero ajeno no juego.
Se queda un poco sorprendido, simplemente no me apetece dejar mi registro para retirar divisas en países extranjeros y menos procedentes de otros, sin entrar en más detalles no le doy muchas explicaciones y subimos al Boda Boda camino del hotel, supongo… Bajamos, me hago el tonto adrede a ver cómo gestiona pagarle al conductor (hasta ahora todo lo he pagado yo). Veo que me mira, “qué pasa Bruno?”, “25000 shillings”, “vale, pues paga”. Se queda cortado, habla con el conductor en idioma que no entiendo y paga, no se si habrá renegociado o no el precio viendo que yo no pagaba, pero asiente y paga. Hay negros y negros espabilados, igual que blancos, yo siempre confío de entrada, no tengo motivos para no hacerlo así que prefiero empezar confiando, pero a Bruno en este momento le digo que no, yo no le he mandado ir a ningún lado y llevamos casi 1 hora dando vueltas, le digo que no por ser blanco tengo dinero, que no estoy dispuesto a llevarle a mi lado a gastos pagos y, ni mucho menos, pagarle sus gestiones. Apenas son 6 € de taxi, pero sin entrar en cantidad creo que debo tomar distancia y dejarle las cosas claras.
Ya es martes, después de desayunar salimos en matatu dirección Ibanda, el este del país donde Bruno tiene su casa y la escuela que está sacando adelante. Los matatus o dalla-dallas son las furgonetas de unas 14 plazas que trabajan por toda África desplazando a la gente local, me encanta moverme en ellos, no sabes ni cuándo sales ni cuándo llegas, van parando por todos lados recogiendo a la gente que va en la misma dirección, ahora mismo vamos 25, yo no voy incómodo porque al llevar la mochila encima de las rodillas gano unos centímetros de terreno a mi alrededor, huele a… ¡VIDA!, me encanta el olor a vida no porque sea agradable precisamente sino porque me hace ir despierto y sintiendo lo auténtico de este momento, eso sí, hace un calor insoportable y le digo a mi compi con gestos que por favor abra la ventana. Llegamos a Kampala, la capital, no para otra cosa que no sea coger un bus grande de unas 7 horas que es el que nos llevará al destino final. Estoy sentado justo en el asiento del copiloto, es un tanto estrecho así que cuando veo que no vamos a salir hasta que esté lleno me bajo de nuevo a la calle, más de una hora después aquí seguimos, al que nos ha cobrado los billetes y denoto que es el jefe o encargado le digo que qué pasa, que tengo prisa, que he quedado con unos amigos y que porqué no salimos; hace 1 hora me dijo máximo 30 minutos, llevamos 70 y no tiene pinta de arrancar, se ríe, “spanish, spanish!” y yo “sí, soy spanish y en Spain conduzco camiones y autobuses, puedo conducir éste y salimos ya???” Se ríe, se ríe y yo con él porque tiene un bigote hitleriano y me hacen gracia sus muecas cuando ríe, así que nos reímos juntos aunque estoy un pelín harto. Salimos 2 horas y 20 minutos después, bueno pues nada, pole pole, total no puedo hacer nada y es lo que hay…
Justo entre mi asiento y el del conductor hay una foto en grande, doy por hecho que es el Presidente de la República, el antiguo Rey o algún «ugandiano» importante. Voy hastiado, entre el calor, el cansancio, el que no me caben las piernas, la velocidad en ciertas curvas,… voy hasta las narices. Paramos 5 minutos para baño y pequeñas compras, justo a mi lado está el conductor, su cara me resulta familiar y le digo que no corra tanto, que total ya tenemos hecho el día y no avanzaremos mucho más, se ríe. Una vez retomado el viaje sigue en la misma línea, haciendo tangentes en muchas curvas y sobrepasando los 100 km/h. permitidos, jóder con los risitas. Atravesando uno de tantos pueblos veo mucha aglomeración de gente en los dos lados de la carretera, parece un mercado, según más nos acercamos veo un camión grúa y observo cómo está intentando remolcar un autobús como el nuestro empotrado en una vivienda… tierra trágame, vaya momento para ver esto ahora…
Después de 7 horas llegamos a Ibanda, se baja todo el mundo menos nosotros, miro a Bruno, está ahí en su asiento tan tranquilo y me hace gestos de que aún no, que me siente; me voy justo detrás del conductor a donde pueda estirar las piernas y toma ya! Resulta que la que creía foto del Presidente de la República o del Rey es la del conductor risitas y temerario.
Seguimos otros 40 minutos hasta que por fin nos bajamos y andamos hacia un coche que parece nos está esperando, nos cogen las mochilas y continuamos, no entiendo nada; vamos por un camino de tierra con baches por todos lados a unos 20 km./hora, son las diez y pico, la noche muy oscura y esto se me está haciendo interminable, hacía tiempo no me preguntaba “¿quién me mandará?” pero hoy me lo he repetido infinidad de veces. Después de otra media hora anestesiado por el cansancio e intransitando caminos me despiertan infinidad de voces de niños que a la vez golpean el coche, “¿qué coño pasa aquí? ¿dónde estamos? no veo nada”. Me bajo del coche, todo está muy oscuro y sólo atino a ver millones de ojos blancos viniendo hacia mi, me abrazan barriga, piernas, pies, brazos, cara,… todo el cuerpo dependiendo de la altura de cada uno. No entiendo nada, no se ni qué decir, ellos están sonriendo y gritando y mi cara ahora mismo debe ser indescriptible. Una vez pasada la emoción inicial Bruno me pregunta que si quiero cenar, me había olvidado que estaba como un perro hambriento así que le digo que sí mientras procede a enseñarme las instalaciones, enseñarme por decir algo, porque casi no hay luz y las pilas de la linterna que llevamos están en las últimas. Me abre la puerta de una cuadra, pocilga o similar donde hay una tienda de campaña cuyas dimensiones parecen hechas a medida para ese espacio, Bruno sonríe y yo… también, me cuesta pero también.
Nos sentamos en lo que deduzco como un aula de clase, hay dos platos de arroz con una salsa apestosa y de un color muy feo por encima, lo pruebo, mastico tierra, lo vuelvo a probar y mastico casi piedras, le digo que es mucho, que no tengo hambre y que quizá no lo acabe, me siento mal pero no puedo, me llevo un poco más a la boca y paro, mientras Bruno devora el suyo da una voz, aparecen dos niñas, les manda sentar en el suelo y les da mi plato, me levanto con intención de que alguna se siente en mi silla, Bruno hace lo mismo y las dos ocupan nuestro lugar, poco a poco comen todo con sus manos, me quedo anonadado viendo la escena, miro a Bruno y me dice algo que creo no he entendido, “refugees?”, “sí, son niñas refugiadas de El Congo”, me vengo abajo, salgo del aula y me voy hacia otro lado, no puedo evitar llorar y no quiero que me vean. Vuelvo a despedirme, necesito acostarme ya, me dirijo a mi pocilga/cuadra, la cremallera de la tienda de campaña está estropeada y la mosquitera tiene más piteras que la funda del sofá de un porrero, ¿quién me mandará?
Apenas son las 7 de la mañana, me despierto con un sabor de boca raro, después de dar varias vueltas me incorporo y me levanto para ir al baño, cuando salgo fuera veo que están barriendo y hay una polvareda tremenda, estoy masticando polvo. Llego a la zona de baños, el olor es tan putrefacto que me entran varias arcadas seguidas, tengo varios niños a mi alrededor y me aguanto, me voy de allí lo más rápido posible, mi nariz está a punto de reventar, se me cruza uno de los voluntarios que están aquí ayudando con una taza con agua, no se lo que quiere pero insiste mucho, pongo las manos, me vierte agua y me lavo la cara, sonríe, parece que sí le he entendido.
Después de tomar café le digo a Bruno que me enseñe y me explique todo, no se lo que voy a estar aquí pero deduzco que muy poco, no estoy cómodo y me jode reconocerlo pero me quiero pirar cuanto antes. Son 248 los niños que aquí vienen a clase, 80 de ellos huérfanos y 5 de ellos refugiados procedentes del país limítrofe, la República “Democrática” del Congo, uno de los países con más violencia de la historia. Las mismas aulas sirven para comer, rezar y dormir. Después me lleva hacia unas casetas a los alrededores donde las familias más afortunadas pasan las noches, él es uno de ellos, la tiene alquilada por 2’50 € al mes, realmente el espacio es para un colchón en un lado y la cocina en el otro, apenas serán 8 m2, aquí vive junto a su novia y su bebé.
Continuamos, veo una casa cuya construcción me llama la atención, me paro, me hace con gestos que continúe, continuo, más adelante se para, sin llegar a preguntarle se ha dado cuenta de mi inquietud, me dice que esta casa es de un mejor material que los dueños pudieron comprar tras sacrificar a un miembro de su familia y vender la sangre a un curandero, aquí es tradición, puedes creer en Dios o en curanderos, le pregunto que él en qué cree, mira para arriba, el sudor frío se me calienta, siento alivio.
Bajamos hacia el río, de repente empiezo a ver una hilera de niños cargando con garrafas, vienen mínimo 3 veces al día a coger agua del río para llevar a la escuela, es con la que cocinan, se lavan, beben y hacen de todo. Cuando veo cómo viene el agua no me quedo más tranquilo, no quiero ver gotas cristalinas pero tampoco tanta mierda acumulada. Volvemos a la escuela, me dice que va a bajar al pueblo a comprar varias cosas, “puedo acompañarte?” “sí, claro” me responde. Subimos a un boda boda que nos está esperando y media hora después llegamos al pueblo. Le entiendo que tiene que hacer papeles en la policía y que me de una vuelta, perfecto, voy a investigar, a cada paso que doy oigo la palabra mzungu (blanco en swahily), mzungu, mzungu, mzungu; voy mirando para donde puedo a la vez que sonrío, veo un puesto de frutas, compro piña y plátanos para llevar a mi cuadra así puedo matar el gusanillo cuando me entre. Eso de “tranquilo, total en 15 días vuelves a tu casita y a tu camita” aquí me está costando aplicármelo.
Son las 3 de la tarde, los niños ya han comido, Bruno me dice que a las 4 me van a enseñar unos bailes típicos; perfecto, aprovecho para sentarme un rato a trabajar con el ordenador, no tengo ni idea de si él va a comer o cómo va la cosa, aquí alrededor no hay nada, tampoco tengo hambre, tengo mi fruta para cuando me apetezca así que estoy tranquilo. Me tocan la espalda y veo a una mujer que me ofrece un plato, cuando lo descubro veo una cantidad enorme de verdura y de cassava (más conocida como yuca) algo típico de aquí, apenas tengo hambre, si pienso en el agua del río se me quita aún más, cojo el tenedor, lo pruebo y… eh voilá, qué rico está, no puedo parar de comer hasta que me lo acabo.
Son las 16:15, viene Bruno, se me queda mirando pero no me dice nada al verme con el ordenador, al rato le miro, sonríe, mierda!!!! Salgo a la calle y veo infinidad de personas niños y adultos sentadas en silencio esperando por mi. Oigo mucho vocerío, aparecen por un lado unos 20 niños al son de gritos militares, les relevan otro grupo de 15 niños y niñas representando durante más de media hora cánticos locales, no entiendo nada de lo que dicen pero uno me llama la atención: un niño representa al marido borracho llegando a casa y pegando a la mujer, otro niño hace de su hijo y se mete en medio, el marido borracho mata a los dos, fin de la representación.
Está atardeciendo, me agarran dos niños de la mano y me llevan a un campo de fútbol, poco a poco nos vamos juntando allí tantos como para hacer por lo menos 4 equipos, decido ponerme de un lado del terreno de juego y los niños que tengo alrededor empiezan a gritar, les veo contentos porque voy a jugar en su equipo. Por más que ya lo he visto en incontables ocasiones me quedo parado durante unos segundos mirando cómo corren descalzos detrás del balón en un campo con mucha hierba, baches, piedras, cardos,… y yo con mis zapatillas súper cómodas mirando con cuidado por dónde piso. Estoy jugando en defensa para contemporizar, tengo aún la rodilla derecha algo chunga y no quiero correr riesgos, después de 20 minutos me aburro y empiezo poco a poco a ir hacia delante, me llega el balón, regateo y marco un gol por toda la escuadra, jajajajaja!! cómo suena, pero por momentos me he sentido el niño que adoraba jugar al fútbol, ahora llevo siglos sin tocar una pelota y acabo de marcar un golazo, tengo a todos los niños de mi equipo subidos en la chepa felicitándome, cuando me dejan libre se me acercan casi todos del otro equipo y “give me five!”, también quieren que les choque las cinco y celebrarlo conmigo… continúa el juego, estoy paralizado, no puedo moverme, me doy la vuelta, estoy llorando, no quiero que me vean, me recupero, vuelvo a correr, estoy en el partido. Meto el pie en un bache, me retuerzo el tobillo derecho, apoyo la pierna izquierda y noto un chasquido en la rodilla, caigo al suelo, mierda! ya se que la he vuelto a liar. Vienen todos los niños hacia mi, me levanto, sonrío, les digo que ok pero me voy del campo cojeando, me quedo apoyado en un árbol mientras soy consciente que algo iba a pasar, no noto un esguince como otras veces pero me he hecho bastante daño, por un lado en el tobillo derecho y por otro en la rodilla izquierda. Uno de los niños que me llevó al campo de la mano abandona el partido y se sienta a mi lado, no me dice nada, sólo me mira, le digo que si nos vamos para casa, sonríe, se levanta, me da la mano y empezamos a andar. Voy despacio cojeando y él a mi lado sufriendo conmigo, yo río, él no, le noto triste, le pregunto que si es feliz, me dice que no, “por qué?”, “porque te has hecho daño…” Me deja roto, paro, miro a la derecha y contemplamos juntos uno de los atardeceres más bonitos de mi vida.
Son las 8 de la tarde, noche oscura, aquí aún más porque apenas tienen luz. Estoy sentado en una silla con el pie en alto, me vienen a la mente escenas similares con mi madre, mi novia o yo mismo poniéndome hielo, aquí es una utopía. Bruno se sienta a mi lado, le sonrío y me sonríe a la vez que me dice “sorry, sorry, sorry, sorry, sorry, sorry, sorry!!”, valeeeee, tranquilo, no es culpa tuya. Aprovecho para enseñarle una foto de unos tanques de agua que he visto esta mañana en el pueblo, le pregunto cuánto pueden costar, hace una llamada y vuelve, “one million”, tengo tantas divisas en la cabeza ahora mismo que no me sale el cambio fácil, saco la calculadora, unos 240 €, le pregunto 5 veces seguidas que si está en lo cierto, me dice que sí.
Caigo en la cuenta que hoy es 25 de julio y justo hace 1 año viví la peor experiencia de mi vida cuando estuve con el hombro fuera casi 6 horas por Zanzíbar. Me meto en mi cuadra-pocilga, mañana tengo pensado continuar hacia otro proyecto y quiero levantarme pronto para llegar cuanto antes, son de 3 a 6 horas en matatu. Me despierto a la 1, tengo molestias en el tobillo y en la rodilla, doy mil vueltas durante 3 horas sin pillar postura en el colchón roído de 5 milímetros de poliespan, mi cabeza da otras mil vueltas pensando qué hacer, por si acaso chequeo vuelos a España para cuanto antes, sobre 600 € el más barato, bah! tampoco me duele tanto. A las 4 me caigo otra vez rendido de cansancio.
Son las 7:15 de la mañana y vamos en un boda boda el conductor, Bruno, mi mochila y yo, no se ni cómo mantenemos el equilibrio por estos caminos de tierra farragosa. Después de 30 minutos al fin llegamos a asfalto y denoto un poco más de seguridad mental. Paramos, subimos a un matatu que nos lleva en 50 minutos hasta Ibanda donde está el hospital más cercano, con todo el ritmo pole pole un médico redacta un informe y nos manda a otro pueblo para hacerme radiografías. Después de 40 minutos al fin sale el radiólogo con un sobre marrón y nos las entrega previo pago de 8 euros. Volvemos al hospital, el médico las observa y me dice que tengo una pequeña rotura, ¡bravooooo por mi! confirmada otra liada de nuevo. Me ponen una férula por la parte de atrás y me lo vendan.
Al fin hemos acabado, son las 11 y tengo un hambre tremendo, Bruno me lleva a desayunar y mientras nos sirven hago fotocopia a todo y se lo mando por mail al seguro de viaje. Acabamos de desayunar y he decidido volver a España, creo que es lo mejor, cogeré el primer vuelo más económico que haya porque en 2 semanas quiero volver a Tanzania con los viajes en grupo para rematar el verano, me vendrá bien el reposo de estos días y por supuesto las sesiones de fisioterapia. Le digo a Bruno que me negocie un coche privado para ir al aeropuerto, tengo de 6 a 7 horas de trayecto y en matatu no lo veo. Sus ojos están tristes.
Veo un banco, le digo que me acompañe, apenas tengo dinero y lo necesitaré en estas últimas horas ugandeando. Aprovecho y pido 1 millón más de shillings de lo que yo necesito, se los entrego a Bruno y le digo que ahora, en cuanto me despida, él vaya a comprar el tanque de agua y lo instalen cuanto antes en la escuela, sus ojos lloran, me da un abrazo.
Ya tengo un coche esperándome en la puerta del banco, me dicen que me llevan al aeropuerto por 180 euros, les digo que ni de coña, no puedo aceptar que se aprovechen de la situación, me voy en matatu. Me llaman por teléfono, son del seguro de viaje, han estado viendo el informe médico y corroboran que lo mejor es que regrese, que se encargan de gestionarme el vuelo y lo que necesite. No me atrevo a pedir nada, tan sólo a decirles que sabiendo que no hay vuelos directos que la escala sea lo más corta posible por favor, me dicen que no me preocupe, que harán todo lo posible pero que no obstante como voy en business estaré muy cómodo y atendido en todo momento, no puedo evitar emocionarme,… en unas horas estaré en casa, lo necesito, mi mente ya no está aquí.
Después de 6 horas llegamos al aeropuerto, me dejan en la zona de llegadas, tengo que andar un tramo pero un policía, al verme, vuelve a llamar a mi taxi y les da permiso para entrar hasta la misma puerta de embarques. Paso un escáner, no encuentro el mostrador de Emirates, resulta que aquí no es; cambio de terminal, paso otro escáner, enseguida me divisa una azafata y viene a atenderme urgentemente. Lo primero que le digo es que tengo que recuperar una bolsa que me requisaron al llegar, me explica algo, no le entiendo ni la mitad pero parece que todo marcha, me da las tarjetas de embarque, viene un chico y me dice que me acompaña al depósito, cuando le digo que es un dron sonríe a la vez que me mira como diciendo “menudo pelele”, yo asiento, le doy la razón y también sonrío, soy un pelele.
Deshacemos el camino de escáneres y llegamos al depósito, ahí está tal cual lo dejé así que genial, el dron y papi vuelven a estar juntos. Volvemos a pasar dos escáneres a la pata coja, ahora al fin ya vienen con una silla de ruedas y me llevan a la sala VIP a esperar el momento del embarque.
Tengo un camarero a mi disposición con un buffet libre de comida y bebida, son las 18h y no he comido… por un momento caigo en la cuenta que quizá aquí haya duchas y, teniendo en cuenta que llevo 4 días depurando la técnica del lavado de gato me vendrá bien refrescarme antes de continuar en este mundo de lujo.
Justo antes de despegar recibo fotos de Bruno:
Son las 4 de la mañana, en menos de 20 horas he pasado de mi pocilga-cuadra en un lugar perdido de Uganda a la sala Business Class del aeropuerto de Dubai, una ciudad de lujo dentro del propio aeropuerto; acabo de desayunar y me vienen a buscar de nuevo para meterme directamente en silla de ruedas a mi butaca del avión A380-800, el más avanzado del mundo aeronáutico. Jamás he viajado en business y, con lo que vuelo, no se si lo superaré, ¿cuánto dinero y cabeza hay que tener para pagar 2.500 € por un simple billete de avión?
Me reciben con champán, tengo tal descontrol horario que el caso es que me apetece, el asiento tiene tantas posiciones como para pararte a estudiarlas, me dan la carta de comidas y bebidas y un edredón, un colchón y una almohada que por poco no llevan mi nombre grabado. Antes de acomodarme voy al baño, el cuerpo es muy sabio, prácticamente los días que he pisado Uganda apenas he vaciado las cañerías, la zona en la que estaba no invitaba a ello e inconscientemente lo he controlado; pero aquí no, en cuanto ha detectado cierto confort ya noto que he de ir a romper el servicio. Apenas he vuelto a mi trono, el de verdad, el del viaje, y ya me están sirviendo un desayuno continental. ¿Merezco esto a cambio de un simple esguince?
Hace un rato estaba entre unas 280 personas cuya comida todos los días es arroz y frijoles, ahora estoy entre otras 250/300 cuya variedad de comida en las 7 horas de duración del vuelo abarca 3 o 4 diferentes gastronomías mundiales. Y todo por eso, porque no deja de ser eso, un simple billete que, vayas más adelante o más atrás, más estirado o menos, con más o menos dinero,… a todo el pasaje nos da lo mismo, LIBERTAD, libertad para mirar allá donde nos propongamos.
La vida es increíble!