El pueblo indígena de la etnia Kogui son supervivientes de la conquista española, de las guerras como la de Independencia, de los terratenientes que se quedaron con sus tierras sin preguntarles, de los paramilitares, del ejército colombiano, del narcotráfico y de la guerrilla, siguen habitando milagrosamente estos lugares. Son muy poquitos pero mantienen su manera de vivir y hacen todo lo posible por mantener su cultura y tradiciones.
Por la zona hay otras etnias llamadas wintukua, wawa, arhuako y kankuano. Curiosamente, aunque viven muy cerca unos de otros, hablan variantes de un mismo idioma y en ocasiones no se entienden entre ellos y tienen que hablar el poco español que conocen.
Los kogui son tremendamente espirituales y se sienten intensamente conectados a la tierra y a ella acuden para leer su futuro.
El asentamiento kogui de Taikú, con el que colaboramos, es el resultado de la necesidad de expandirse del pueblo indígena dentro de la zona donde habitan, ya que las familias aumentan, necesitan construir cabañas y utilizar más tierras de cultivo. Pero paradójicamente no pueden disponer de esas tierras que siempre les pertenecieron porque ahora son de grandes terratenientes que se lucran con el turismo de naturaleza de la zona y no les permiten desde hace mucho construir ni una cabaña más, ni aumentar un centímetro sus tierras de cultivo.
Hace 18 años los habitantes de ese que llaman Pueblito pero que en realidad es Chairama, que se dedicaban mayoritariamente a la artesanía con fique (un tipo de planta de ágabe de la que sacan una fibra con la que tejen) y a su venta a los turistas, no soportaron más la presión que suponía tener a montones de extranjeros por su pueblo haciéndoles fotos sin permiso e invadiendo su intimidad y aprovechándose de su timidez. Así que decidieron pedir un decreto al gobierno para que prohibiera el acceso de esos turistas a su territorio.
Terminaron con la invasión, pero seguían necesitando salir de esos terrenos y hacer crecer la comunidad. Un grupo de koguis encabezado por el “mamo” Juan (jefe y guía espiritual) decidió salir de las fronteras de la zona que habitan, comprar poco a poco con el dinero de la artesanía algunas hectáreas de las tierras que siempre les habían pertenecido y recuperarlas del empobrecimiento que supuso el uso de fortísimos productos químicos para el cultivo de coca dedicado al narcotráfico.
A día de hoy han conseguido alojar a unas 20 familias, han recuperado muchas de las propiedades de la tierra y tener una cabañita para cada una de esas familias, pero siguen estando mal considerados e incomprendidos por la mayoría de sus “compatriotas”. Sobreviven con lo que cultivan y con los poquitos animales que crían, pero tienen carencias en su alimentación y los niños no consumen suficiente proteína de la que necesitan para tener un buen desarrollo y crecimiento.
El aislamiento en que viven, la preocupación de que sus niños y niñas tengan que desplazarse grandes distancias y el peligro que ello supone, hizo que consiguieran construir una pequeña escuelita en la que aprenden con una maestra colombiana. Paralelamente tienen la kankurua (una gran cabaña) ceremonial en la que siguen enseñando a niños y niñas las tradiciones y oficios que se transmiten de generación en generación.
Por razones políticas y de organización de lindes y comunidades parece ser que en este pueblito no reciben ninguna ayuda económica, ni alimentaria del gobierno más que facilitarles una maestra de habla española para la escuela.
Nos dejan compartir con ellos, desde el máximo respeto a su cultura, sus raíces y sus tradiciones, para conseguir fondos de subsistencia y les estamos enormemente agradecidos por enseñarnos la resiliencia y determinación de todo un pueblo.
A parte de ayuda económica para construir los baños que están planeando para la escuela, compartimos con esta joya de la historia y la cultura que es Taikú y colaboramos con la compra de material escolar para los niños y niñas y la compra de alimentos no perecederos para varias familias del pueblito.
Compartir con ellos es como dar un salto en el tiempo.