INTRODUCCIÓN

Comenzaba el verano y no tenía plan, el trabajo lo tenía controlado y con 2 meses por delante lo más que podía era disfrutar de la piscina y algún fin de semana playero…

Fueron muchas las vueltas que di a mi cabeza para ver cómo podía rellenar todo ese tiempo y antes de calentarme demasiado me decidí por conocer un mundo nuevo hasta ese momento para mí: ASIA.

Tailandia me gustó mucho, Laos me reflipó, Vietnam… llegué sólo y acabé solo, pero conocí tanta gente desde el primer momento que los últimos 3 días luchaba por gozar en paz de todo lo que aquélla última ciudad me estaba deparando: caminaba por las calles pensando en mi gente, pensando en que ojalá algún día pudiera volver a disfrutarlo con alguien de mi gente, quizá algún día me enamorara de nuevo y podría disfrutar con ella de los farolillos, de los paseos en bici perdiéndonos por la orilla del río, de los noodles en todas sus variantes, de las sonrisas de esta gente tan PEQUEÑA,… quizá algún día volvería a alojarme en la casa de aquella familia con 2 niños deficientes, podría escuchar los sentimientos de mi gente viviendo experiencias como las que estaba viviendo yo, quizá algún día pudiera disfrutar de las expresiones en la cara de mi gente viviendo y sintiendo aventuras auténticas, aventuras únicas,… algún día quizá podría experimentar con mi gente que nos comemos el mundo, que no tememos a nada, que nos encanta sentir que la ropa de nuestra mochila huele a “porquería”, que pasamos de meternos en la cama con hambre porque no sabemos qué pedir en el primer restaurante cómodo a irnos empachados porque pedimos al “túntún” en cualquier puesto callejero y todo está espectacular; que estoy sin tomar café porque quiero mi “cortado con hielo y sacarina” a desear que amanezca para lanzarme a la calle a por el ice coffee de la primera señora que me sonría (sonríen todas); de entrarme sudores fríos al ver el autobús en el que voy a pasar las próximas 4, 6 o 10 horas a desear ansiadamente subirme en el próximo porque cada destino se va superando; de estar 10 minutos esperando a cruzar una calle temiéndome que me van a atropellar a gozarla como un loco subido en cualquier moto y zigzagueando entre ellos descargando adrenalina; de sacar la calculadora para que no me timen en el cambio a desear ir al cajero a sacar millones de dongs, de baths o de rieles porque para nosotros es baratísimo; de detestar los claxons a aprovecharlos como despertador para deducir que ya hay vida en la calle y puedo salir a respirarla; de preocuparme por mi mochila y mis cosas a dejarla en cualquier lado con total despreocupación porque se que no va a pasar nada; de buscar un baño limpio y decente donde poder sentirme limpio a asombrarme cuando veo uno que no está demasiado sucio,…

Asia me lanzó y África lo apuntaló: sin yo saberlo estaba poniendo las primeras piedras de un proyecto diferente, de un proyecto que iba a despertar ilusiones a mi gente, de algo que me iba a tener alegremente desbordado, alegremente agotado, alegremente cabreado, de una forma de vida que me iba hacer inmensamente rico, de una forma de estar permanentemente enamorado.

Comenzamos.

CAPÍTULO 1

HO CHI MINH

Entre caña y caña empezamos a romper el hielo, teníamos tantas ganas de que llegara este momento que los nervios iniciales los suplimos con unos cuantos brindis (quizá demasiados) hasta que fuimos llenando el estómago con algunas tapas míticas que nos darían nuestro último toque gastronómico local para los próximos 21 días. El gintonic de después nos desvistió la vergüenza definitivamente y de allí al aeropuerto entre unas buenas risas y  primeras fotos.

León, Cádiz, Barcelona, Lugo, Granada, Palencia, Alicante, Noruega, Marbella, Valladolid, San Sebastián y Zamora se embarcaban rumbo a Ho Chi Mihn vía Shanghai en dos aviones de 14 y 5 horas y una escala de otras 4, una manera cuando menos atrevida de comenzar un viaje para alguien cuyo trayecto más largo hasta ahora podía haber sido de Cuenca a Benidorm.

En la escala en Shanghai Tania olvida su móvil en uno de los baños, cuando se da cuenta decidimos ir a por él y como era de esperar ya no está. Buscamos desesperados los objetos perdidos de este aeropuerto creyendo que fuera tan fácil de encontrar como en la comisaría de Teruel… desistimos y empezamos a preguntar a todo el personal que nos encontrábamos. Me cruzo la mirada con un anciano limpiador que no habla inglés, nos entendemos por señas y echa a correr, le sigo durante 100 metros y me lleva hasta una compañera suya que al ver mis gestos decide sacarse un móvil del bolsillo, era el nuestro!!! La flor en el culo ya empezaba su trabajo.

Aterrizamos en Ho Chi Minh a las 2 de la mañana, cambiamos algún euro y negociamos tranquilamente nuestro primer taxi al centro de la ciudad que nos llevaría al hostel que nos acababan de reservar dos de los avanzados del grupo. Nada más bajar del taxi vemos la primera mascota callejera habitual: me sorprendió que nadie se sorprendiera de manera cuando menos despavorida, una rata en España no es que cause buena sensación precisamente, así que esta reacción sin duda era una buena señal.

Después de un par de horas en la cama como búhos, no eran las 6 am y algunos decidimos salir ya a pasear, estamos ávidos de respirar esta gran ciudad por cada poro de nuestra piel y la gran humedad que aquí se respira nos iba a ayudar. En apenas otras dos horas ya habíamos entendido perfectamente porqué el ritmo frenético aquí ya comienza desde las 5:30 de la mañana según amanece, necesitábamos de nuevo una ducha y sentirnos limpios, pero a la vez dedujimos que sería imposible así que lo mejor era acostumbrarse cuanto antes a sentirse pegajoso, con la camiseta sudada y con la contaminación impregnada directamente en el cuerpo.

Ho Chi Minh no nos ha transmitido mucho más: una gran capital con la zona de negocios muy bonita por la noche, un gran mercado no diferente del resto, un edificio de Correos bastante chulo y una zona de pagodas llamativa por ser de las primeras que veíamos.

Finalizamos el día en un skybar de los tantos rascacielos que poblan la zona financiera y nos vamos a dormir pensando ya en ponernos el bañador en nuestro próximo destino.

Amanecemos a las 5:30 am, perfecta hora para desayunar tranquilos y coger el avión 4 horas más tarde con destino a Ho Ian, una de las joyas del viaje, para mí la mejor. Decidimos ir en bús, tenemos tiempo de sobra y fuera de España a mi me encanta el transporte público, se ahorra mucho dinero y se palpa la ciudad y las gentes bastante de cerca. Es en estos trayectos cuando puedes interactuar con cualquier persona de manera muy fácil.

Miro el reloj, son las 8:40 y el avión sale a las 9:30, es cuando me doy cuenta que se nos ha ido el tiempo no se dónde y recopilo todos los pasaportes para salir corriendo y hacer el check-in lo más rápido posible. Después de correr un par de minutos de un lado a otro, al no encontrar nuestro vuelo me doy cuenta que nos hemos bajado en la terminal internacional… pregunto dónde está la nuestra y veo que quizá tardamos menos corriendo que cogiendo un bus o taxi todos, así que no lo dudo y me pongo a correr dándolo todo. Aquí es donde veo que por primera vez funcionamos como equipo, todos estamos pendientes de todos y cada uno con su labor para no perdernos ninguno… aún así nos perdemos: alguien ha decidido parar a comprar agua (veníamos secos) y unos por esperar a otros nos hemos desperdigado.

Yo voy haciendo el check-in no sin problemas: mi manía de poner tildes siempre, incluso en mayúsculas, hace que el borde vietnamita que me está atendiendo no pueda entender los nombres de cuyas personas las llevan, así que me dice que me dirija a otro mostrador para que nos los cambien… le digo que no, que avance como pueda que perdemos el vuelo, por mucho que queden 20 minutos para salir intento ser lo más amable posible, es en estos casos cuando aún recibiendo un trato desagradable si tú das el mismo estás perdido, así que le sigo sonriendo y diciendo que agilice, que no podemos perderlo bajo ningún concepto. Consigo que avance con los demás y a la vez me dice que sí, que por mucho que quiera no puede continuar porque necesita ver la cara de mis compañeros y sus equipajes, no solo la mía…

Pasan 5 largos minutos hasta que diviso a Agus con una cara de sofoco como cuando salimos a correr, y tanto, nada más lejos de la realidad, según llegan a cuentagotas, en intervalos de 30 a 60 segundos, vienen todos sudando y rojos denotando que nuestra visita a la playa que les había prometido iba a ser un poco angustiosa. Conseguimos todas las tarjetas de embarque y nos dirigimos a la puerta, en este momento parece que nunca he cogido un vuelo porque se me ha olvidado el scanner por completo… la cola es interminable, pero la tensión del momento hace que ni la vea, vamos todos en hilera quitando los diferentes pasamanos que dirigen a la gente en zigzag hacia el scanner hasta que llegamos a los primeros, vamos pidiendo perdón con descaro porque ni siquiera esperamos la condescendencia de la gente, directamente nos colamos con todo el morro pero siento alivio porque estaremos dentro en breve y el avión despega en 5 minutos… nada más lejos de la realidad, con una mano me agarra por el brazo uno de los policías corpulentos que controlan la situación y con la otra me indica el final de la cola mientras en vietnamita, o chino, o yo que se qué idioma entiendo perfectamente que me dice “niñato, a la cola como todos!”.

Nos damos la vuelta para tirar hacia otro scanner, evidentemente hemos topado con el funcionario infeliz que le da igual todo y ver a 11 guiris mochileros desesperados como perdían un vuelo le ponía cachondo. No desesperamos, llegamos del mismo modo al primer puesto de otra cola cuando me agarran de nuevo por el brazo, es el empleado de la compañía que nos había hecho el check-in también de muy malas maneras pero ahora con otra intención, simplemente nos ayuda a pasar los dos scanners que nos separan del avión mientras habla por walkie-talkie avisando de nuestra situación y provocando que el avión no despegara hasta que no llegáramos… después de otra lección de vida estábamos dentro.

Una hora de avión, media hora de espera y otra media hora en minivan nos llevan directos a sentir la magia en espectáculo puro.

CAPÍTULO II
HO IAN – DA NANG – HUE

Nos bajamos en una de las calles principales que a mi me trae gratos recuerdos y me aborda el conflicto de dónde nos alojamos: somos 11 personas y realmente me gustaría que nos quedásemos en casa de aquella familia con dos niños deficientes, pero ni se si siguen ahí y ni siquiera si nos pueden dar alojamiento a tantos, aunque creo recordar que sólo tiene 3 habitaciones con lo cual lo más probable es que no. Justo enfrente recuerdo otro hostel bastante decente, con buen desayuno e incluso con piscina por 5 $, decido dividirnos, me acerco a la casa de la familia y parece que el tiempo se ha detenido, justo exactamente la misma escena que hace casi 2 años: la mujer estaba en recepción dando un biberón al mayor de sus 3 hijos, con 6 años es el más impedido, tanto física como psíquicamente, al verme hace lo mismo que entonces, se levanta corriendo y se va para la parte de atrás de la casa a dejar a su hijo en una habitación y a atenderme muy cordialmente, me quedo de nuevo bloqueado, siento como si se avergonzara, pero no de su hijo, en absoluto, si no de la necesidad de tener que dar buena imagen como establecimiento de cara al público e intentar evitar que posibles clientes vean escenas que les puedan asustar de cara a alojarse en su casa.

Todo lo contrario, yo venía buscando esta situación y la estoy reviviendo tal cual la imaginaba, me confirma que tiene sitio para 3 y que si necesitamos bicis, coches, transporte o cualquier otra cosa ella estará encantada de facilitárnoslo. Así lo hacemos, todas las bicis, motos, lavadoras y excursiones las contratamos directamente con ella, siempre regateo, aquí siempre se regatea y a mi me encanta, a veces reconozco que es por puro vicio… con ella al revés, le dejamos una buena propina siempre que podemos.

Después de estar todos acomodados nos vamos a la playa, ahora sí que teníamos todo el día para gozar. Así lo hacemos, no sabemos si estamos en Gandía, en Cádiz o en Punta Cana, nos damos un buen baño y nos vamos al chiringuito a tomar cervezas y pescado a la brasa por doquier.

 

Se pone a llover, los que hemos venido en bici los apenas 6 kms que nos separan del pueblo decidimos regresar rápidamente porque pinta un poco mal, pero nos perdemos una de los momentos del viaje: Cristina y Ana se han quedado sin gasolina en su moto y han estado durante 1 hora tiradas en la carretera esperando que alguien les ayudara; en lugar de desesperar se lo toman con un humor envidiable, ambas han congeniado genial (realmente todos en este momento hemos congeniado genial) y tiran de repertorio para llevar lo mejor posible el chaparrón que está cayendo y ante el que no saben qué hacer, mientras sacan la patita, hacen autostop, zarandean sus chubasqueros y toallas,… hasta que un alma caritativa les llevó gasolina en una botella de agua y pudieran continuar hasta el pueblo.

 

Alquilar motos aquí es muy típico y barato, no te piden ni carnet, ni pasaporte ni siquiera saber conducirla (qué menos!) allá tú, aplican su sentido común, si la alquilas será porque sabes… y a mi se me había escapado el pequeño detalle que tampoco te la dan con gasolina, quizá lo justo para llegar a algún suministro, así que normal que pasara esto.
Acabamos el día como se preveía, metiéndonos de lleno en las callecitas de este pueblo tan precioso, tan MÁGICO, sus colores, sus farolillos, sus bares, comercios, puestos, tiendas,… hacen que sea uno de esos sitios pintorescos que cualquier persona del mundo debería conocer, de ahí que sea Patrimonio Mundial de la Humanidad.

Aquellos pensamientos de disfrutar estas calles, estas luces, estos puestos de comida callejera con mi gente los estaba viviendo, no era un sueño, así que el estado de plenitud que sentía era algo realmente indescriptible. Siempre he sido muy reservado con mis momentos, esta vez no era menos y de nuevo me lo guardé para mi.

Despertamos a las 5.30 am, es el tercer amanecer vietnamita y ya tenemos asumido que serán nuestros tiempos. Duermo con Espi y con Agus en la misma habitación. Espi es un amigo de toda la vida al que apenas hace 1 año que conozco, amigos de amigos hicieron casual que nos conociéramos y el feeling desde el primer día fue fantástico, me encanta conocer gente, me encanta interactuar socialmente por todos los medios, pero a medida que cumplo años cada vez veo más difícil conectar a la primera. Espi es una de esas personas que entran en tu vida y al día siguiente parece que la conoces de siempre, cuando todo fluye con alguien y encima lo sientes es maravilloso. Agus es Agus, el amigo de toda la vida, tan diferentes, tan distantes y tan buenos momentos que nos damos, que vivimos, que gozamos juntos. Jamás se me habría ocurrido que pudiera abandonar su trolley y su ropa pija y se embarcara en una aventura así… aunque poco a poco denotaba que le iba apeteciendo y que no tardando mucho se lanzaría. Ambos se conocieron 6 meses antes, viajamos los 3 a Budapest y el tándem que formamos fue brutal, por un momento pensé que Agus se iba a celar de que hubiera invitado a un intruso a una de nuestras tantas aventuras pero enseguida me di cuenta que la conexión entre ellos también fue espectacular, de hecho cada vez que viene a Valladolid como mis tiempos de fiesta son diferentes a los de ellos, para Agus el sofá de Espi ya va primero que el mío, sigue sin saber llegar a ninguna casa (es un caos ubicándose) pero ahora hace el esfuerzo en busca de la de Espi primero; y a mi me encanta.
En Budapest yo estaba fraguando este viaje, aún no lo tenía claro pero creía que las aventuras de Juntos Mola Más viajando se iniciarían aquí, y comentándoselo ambos se apuntaron sin ni siquiera saber fechas, plan, ni destino.

Ahora puede parecer fácil, me gusta mucho retroceder en el tiempo y analizar las causas del porqué, todo tiene un porqué: digamos que Espi es una persona tradicional, conservadora, con costumbres un tanto de pueblo (me encantan) donde viéndole en esta aventura quizá le recibirían a lo Mr. Marshall. A su madre se lo contó por encima para no preocuparla, pero su hermano mayor ya sólo oír Vietnam digamos que cuanto menos le dejó estupefacto, empezaba a pensar que después de 10 años emparejado y ahora soltero quizá a su hermano pequeño se le empezaba a ir la pinza por querer conocer un país que sólo le sonaba de la guerra. Espi tiró p’alante, a medida que se acercaba la fecha su familia iba haciéndose a la idea y alejando los típicos miedos de algo que no conocían, ahora cada vez que habla con ellos y con sus sobris por videollamada desde aquél lugar donde estemos se me ponen los pelos de punta. Agus no llegaba a ser el típico portero de discoteca pero un papel similar quizá le definiera: desde la distancia en caracteres y compartiendo aventuras durante 20 años nos hemos ido haciendo a nosotros mismos y… en este viaje me he dado cuenta que nunca, jamás, hemos discutido. ¿Cómo dos personas tan diferentes pueden complementarse tan bien? En mis momentos de bajones amorosos cierto es que he pensado que ojalá apareciese ella con un carácter “a lo Agus”, así seguramente me empezaría a ir bien en el amor. Ahora, salvando las distancias, ha dejado atrás el carácter de matón y cada vez le cuesta menos demostrar sus sentimientos y su corazón, ha pasado de decirme “qué coño vamos a ver a Berlín” a agobiarme cada dos por tres para preparar el siguiente viaje.

Después de desayunar y mientras el resto del equipo iba comenzando su día, alquilamos unas bicis y dimos nuestro primer paseo en trío. Aquí fue cuando empecé a notarles que estaban encantados, que descubrir sitios recónditos a golpe de pedalada, poquito a poquito, suave suavecito, tenía un encanto que en sus respectivos escondites de León y Valladolid jamás pudieran haber imaginado.

Enseguida se nos unió el resto del grupo y así pasamos la mañana, gozando por las calles de una de las ciudades más mágicas en las que cualquiera de nosotros podía haber estado.

Después de comer nos alquilamos unas motos y nos fuimos hasta Da Nang en una excursión de unos 45 minutos. En 6 motos íbamos los 11 cada uno a su ritmo y todos al de todos, flipando con el tráfico que 2 días antes nos tenía bloqueados y del que ahora formábamos parte como unos auténticos vietnamitas más. Da Nang no tiene nada que ver a Ho Ian, ésta colonial, pequeñita, muy cuidada y pintoresca; aquélla una ciudad nueva apenas levantada en los últimos 12 años con unos puentes y edificios modernistas que por el día no te dicen nada y por la noche son lo más surrealista desde el punto de vista luminoso que te puedas imaginar. Nos la cruzamos de vuelta en la hora punta en un paseo por el centro de unos 30 minutos y metiéndonos de lleno en el papel haciendo sonar el claxon de manera permanente llamando la atención de todas las personas y motos ante las que pasábamos y montando un espectáculo cuanto menos divertido, incluso para ellos, porque nos miraban como diciendo “mira estos subnormales europeos cómo tocan el claxon cuando no deben…”, cuando para nosotros ellos son los que lo tocan cuando no deben más que nada porque siempre lo están tocando, es increíble.

Amanecemos el viernes y ponemos rumbo a Hue a las 5:30 am, nuestra hora preferida. Después de apenas 4 horas bajamos del minivan y nos dividimos en 3 grupos a ver quién encuentra el mejor hostel para todos, las premisas las sabemos: limpio, camas grandes y no más de 5 $ (no euros) al día, ya si incluye desayuno mejor que mejor.

Una vez alojados misma operación, decidimos alquilar unas bicis y a recorrer la ciudad. Acabando de visitar la Ciudad Imperial se pone a llover, nos vamos hacia el hostel para reguardarnos un rato pero yo decido que voy a continuar, apenas tenemos previsto estar un día aquí y a mi me apetece mojarme y visitar otros templos al sur de la misma. Cuando lo comento en alto Agus y Espi me dicen que se unen, y Vanesa y Tania y Cristina y Manuela y Lorena y Belinda… casi todos. Les informo que no se exactamente dónde vamos, que la ruta es de unos 20/25 kms. y que está lloviendo bastante, la respuesta de todos es la misma: “GENIAL”.
El camino de ida llueve y se hace algo duro con varias cuestas, íbamos desperdigándonos y yo procuraba buscar la complicidad en sus miradas, cuando apenas llevábamos un tercio del recorrido algo de tensión se empezó a mascar, los ritmos físicos eran diferentes y así intentaban hacérnoslo saber. Prisa no teníamos, ninguna, al contrario, con lo cual lo bajamos y aún algo distanciados íbamos todos juntos. Según el mapa aún faltaban unos 4 kms., yo decía menos para no desanimar pero en las caras de algunos ya se notaba enfado. A la vez iba rezando porque allá donde fuéramos mereciera la pena, porque como llovía no había investigado realmente qué había y fue un plan que sólo lo pensé para mí imaginando que con la que estaba cayendo nadie se atreviera a venir… Al fin tras 11 kilómetros llegamos al primer templo, nos pusimos a hablar de la vida, de lo bonito del universo, de las estrellas uniformadas, de los teletubbies y teleñecos, hasta que nos dió por preguntar en taquilla cuánto valía y atrevernos a entrar… nos dijeron que nada, que cerraban en 15 minutos, ¡GENIAL!
Sin saber si continuar hasta el siguiente (otros 5 kms.) o si darnos la vuelta con este chaparrón fuimos buscando un puesto de cerveza donde nos recibieron amablemente, se levantaron de sus sillas puestas en corro para dejárnoslas a nosotros y sin saber porqué sí y porqué no nos pusimos a bailar sevillanas entre todos con unas cervezas de la mano y los chubasqueros empapados. El templo nos daba igual, quizá era espectacular pero el hecho de no saber exactamente qué había dentro unido al subidón de bailar y cantar bajo la lluvia no tenía comparación.
Viendo que no menguaba decidimos regresar pedalada a pedalada transitando calles con hasta 40 centímetros de agua, fue un momento increíble durante 1 hora en bici con un chaparrón espectacular.

CAPÍTULO III

HANOI – SAPA – HALONG BAY

En nuestro camino hacia el norte de Vietnam (salida a las 5:30 am) decidimos parar un día en el Parque Nacional de Phuom Nuon Trang para visitar unas cuevas espectaculares por dentro y aquí pasamos el domingo. El momento cuevas fue maravilloso pero el mejor momento fue cuando por la tarde, después de alquilarnos otras bicis para dar una vuelta por los alrededores de esta pequeña aldea, descubrimos una escuela donde los niños nos buscaron con sus miradas y nos invitaron a jugar con ellos y a reírnos como si nos entendiéramos en todo. Estuvimos una hora allí sentados, tirados por los suelos, danzando, correteando, riendo y haciendo el tonto todo lo que podíamos y más. Salimos con una sensación increíble y con las pilas de nuevo cargadas para volver a coger otro de los buses nocturnos que tanto íbamos a probar en este viaje.

Los “sleeping bus” son un concepto de transporte muy arraigado en estos países y totalmente desconocidos en los nuestros, son muy prácticos para viajar y moverte por poco dinero pero si yo los tuviera que coger en España creo que los aborrecería sin ni siquiera subirme y comprobarlo. Su habitáculo es algo intermedio entre una cama y un asiento con lo cual no es nada porque ni te puedes sentar cómodo ni tumbar estirado del todo, así que puedes pasarte medio viaje buscando postura y el otro medio abrigándote porque por lo general el frío del aire acondicionado es bastante intenso, salvo que duermas como un cesto.

Y Ana la zamorana o Cifu es un “cesto”, confirmado que se puede estar pasando más viaje dormida que despierta teniendo en cuenta que se duerme cada vez que nos paramos, sentamos y/o subimos a algún medio de transporte. De hecho ayer se durmió dando pedaladas y la tuvimos que despertar encima de la bici… Ana y yo nos conocíamos como zamoranos, mitad personal y mitad profesional, pero tampoco demasiado, cuando allá por noviembre se enteró de la idea de viaje se apuntó sin dudarlo. Como zamorana tiene la ventaja de que habla muy claro, de lo bueno y de lo malo, y la desventaja que, viajando, cuando algo no sale bien cagarte en el de en frente al primer impulso puede ser un riesgo si éste conoce y entiende un poquito de español.

Llegamos a Hanoi, al fin, al fin porque desde que me fui estaba deseando volver, es de aquellas ciudades tan locas e intensas en todo que te envuelven, te atrapan, te flipan y no te dejan estar quieto; si llegas bajo de energía es un horror pero como llegues a tope y con ganas de conocer puedes estar en la calle todo el día gozando porque aquí da igual que sean las 12 que las 5 de la mañana, siempre hay conciertos, bullicio, turismo, mercado y motos, muchísimas motos. Después de dividirnos para buscar hostel y decidirnos por uno de ellos, salimos a comérnosla de los pies a la cabeza: 22 kilómetros andando y 8 horas después nos llevaron a uno de los cruces de calles más fascinantes del mundo, el Bia Corner: aquí confluyen tiendas, gente y motos por doquier, y bares, bares a tope con sus minitaburetes típicos vietnamitas que se agolpan en cada centímetro cuadrado del asfalto para sacar la máxima rentabilidad al negocio, es increíble ver cómo nos colocan literalmente a los que queremos consumir algo como si fueran gradas de un teatro, todos mirando en la misma dirección, hacia la calle, y es increíble como de repente te asustan, te tocan el brazo y te obligan a levantarte si no has tenido la suerte de pillar algún hueco en la acera porque de repente viene la policía y hay que despejar la carretera, es un verdadero espéctaculo, podría estar horas y horas observándolo sin encontrarle sentido salvo que esté perfectamente orquestado entre el orden policial y los gerentes hosteleros, no me entra en la cabeza que cuando viene la policía nos levanten a todos en segundos para volver a una situación ordenada y apenas ha pasado, la sigues viendo a tu derecha a 2 metros, nos vuelvan a colocar en el mismo sitio como si nada hubiera sucedido.

Y me encanta observar las reacciones de la gente, me encanta jugar a adivinar quién no conoce el juego y se queda literalmente estupefacto de pie, agolpado en cualquier milímetro de acera con la cerveza en una mano y los palillos y el plato de comida en otra mientras intenta averiguar porqué de repente se ha tenido que levantar cuando estaba cenando tan tranquilo, como adivinar quién se sabe la atracción y se destroza literalmente a carcajadas flipando cada vez que lo sientan y lo levantan y deseando que vuelva a pasar la policía para tener otro momento de risas descontroladas, ese soy yo.

En un momento decido levantarme y anticipar mi llegada al hostel mientras los demás siguen con sus cervezas y poteriormente copas en discoteca, yo estoy derrotado y me retiro, es mi primer momento a solas en los 8 días desde que comenzó esta aventura.

A las 6 am nos vienen a buscar para coger otro sleeping bus y llevarnos hasta Sapa, otro de los diamantes de este viaje. Es en la cafetería del hostel, esperando junto al chico encargado de recogernos cuando asumo que los tiempos que hay que manejar para mover a un grupo de gente son completamente diferentes que cuando vas solo, la teoría puedes saberla, pero aplicarla no es fácil, unos por otros no arrancamos, todos estamos listos a la hora o eso creemos y por unas cosas u otras el tiempo medio de retraso siempre es una media hora, en este caso nos llevan hasta el bus para juntarnos con más gente y el chico está nervioso e impaciente, por mucho que nosotros vamos riéndonos de todo y con todo esta vez recalco que tenemos que ser más disciplinados con los horarios si no queremos llevarnos un disgusto un día, esta gente puede dejarnos en tierra y chafarnos lo que puede prometerse como una jornada espectacular y lógicamente no nos molaría.

Durante el viaje voy pensando en “Mamá Sú”, una mujer de la tribu H’Mong con la que hice el trekking la otra vez y a la que me gustaría volver a ver, en su día no guardé su teléfono pero supuse que estaría esperándonos a la llegada junto a otras tantas intentando contratar sus servicios.

Siete horas después ya estamos entre arrozales, nada más bajarnos del bus se nos agolpan una gran cantidad de mujeres de esta tribu para intentar convencernos, yo me alejo, intento divisarlas desde lejos para buscar a Mama Sú pero rápidamente veo que no está, soy fácil retenedor de rostros y, aunque en esta raza son todas muy parecidas y podría confundirla rápidamente veo que no, así que empiezo a hablar con otras y a negociar, como siempre, un buen precio de grupo por la excursión de dos días por los montes de Sapa y Tavan, en la frontera con China.

Aquí no buscamos hostel, vamos directamente a uno que conozco con unos miradores impresionantes y unas habitaciones súper cómodas y limpias y dentro de nuestro presupuesto, así que el trabajo por hoy está hecho. Rematamos el día algunos de compras típicas y otros  alquilándonos unas motos y recorriendónos los alrededores encima de las mismas hasta el anochecer.

¿Dónde está Tania? Comprando. Tania es una chica gallega que dice que la reclamé por facebook, yo no lo recuerdo, llego a cada persona por diferentes vías y Tania dice que sin conocerla de nada un día la felicité su cumpleaños y dijo “anda mira, qué majo pero ¿quién coño es éste?”. Cuando vio el viaje programado se interesó muchísimo y después de negociar su salida del trabajo y empezar su cambio de aires me confirmó que se venía. Tania es la típica persona que si está no hace ruido y si no está se la echa en falta, jamás se altera, parece nuestra joven madre siempre pendiente de todos y para todos, siempre tiene hambre y todo le llama la atención, por eso cuando no la vemos deducimos que o está comprando o está comiendo.

Yo hace tiempo que decidí no comprar regalos, ni me entran en la mochila ni veo que ni siquiera a corto plazo los souvenirs que llevo a mi gente les resulten útiles, más bien lo contrario, quizá hasta les moleste quitarles el polvo. Entiendo que a mi allá donde esté algo me pueda gustar para comprarlo y llevármelo a mi casa por su significado, pero creo que esto no es lo que transmito a los demás si les compro algo, total ellos no lo han vivido y comprar algo sólo por demostrar que me acuerdo de ellos ya hace tiempo que les quedó claro que no, que siempre estoy con ellos. Salvo que algo me cautive nunca compro nada, ni los típicos imanes, si allá donde voy compro un imán necesitaría varias neveras en mi cocina, en la cocina de mi casa, aquélla en la que cada vez menos estoy porque siempre estoy fuera o por trabajo o por ocio, con lo cual tampoco tiene mucho sentido.

Me encanta la transformación hacia el no consumo; hoy en día, como dice Bauman, todas las ideas de felicidad acaban en una tienda y nos olvidamos de otras ideas de ser felices como trabajar, meditar o charlar juntos. A mi me encanta viajar y conocer y por eso estamos aquí, y por eso estamos aquí JUNTOS, pero también me encanta ver a Tania ilusionarse con cualquier cosa y desear comprarla, quizá algún día llegue a mi misma conclusión y deje de consumir impulsivamente o quizá no y siga disfrutando comprando, a mi me da igual mientras siga viajando, y si es conmigo mejor que mejor.

Hoy en día en internet puedes comprar cualquier cosa, cierto es que el sentido emotivo de comprarlo aquí o allá no lo tiene pero yo prefiero salir a la calle, viajar y conocer multiplicidad de seres distintos que piensen distinto a mi y me pongan a prueba. Julio y Belinda son los niños del viaje, tienen 18 años y siendo un grupo alternativo de diferentes edades quien menos les saca 13 años y se nota, se nota en la tolerancia y en la manera de adaptarse a un grupo. Me están poniendo a prueba y me encanta, aunque por momentos también me gustaría ser yo el que les metiera las dos hostias que de vez en cuando merecen. Han empezado el viaje un poco a su bola, uniéndose al grupo cuando les interesa y separándose cuando no, y esto está bien siempre y cuando nos lo dejen claro y no nos tengamos que volver loco pensando si se han perdido adrede o no. Rápidamente veo su mundo, veo que están viajados y que son muy espabilados (para lo que quieren) así que aprovecho un momento a solas para marcarles las directrices sin ninguna pretensión de imponerles nada, tan solo hacerles ver que no vienen solos y que en ciertos momentos han de adaptarse. En el tema del dinero no lo consigo, les cuesta mucho poner botes para los gastos comunes y cuando lo hacen es a regañadientes y pidiendo explicaciones por 50 céntimos; desde el principio marcamos una forma de hacerlo práctico y eficiente en todo momento porque moverse 11 personas no es fácil y tenemos que poner todos de nuestra parte. Ellos nos hacen ver que son estudiantes, que si no controlan el tema y se les va de las manos se van a quedar sin un duro porque no trabajan, a la vez se expresan como si a los demás nos sobrara y creen que el bote es algo empírico, que se alimenta sólo, y cada vez que decidimos pagar alguna comida conjuntamente se ansían por pedir y comer todo lo que pueden. Tienen dinero para lo que quieren, podemos estar discutiendo de poner bote para alojamientos, transportes y entradas y a la vez decirnos a nuestra cara que esta botella de whisky, la que están bebiendo, sólo les ha costado 80 céntimos o que este gintonic 1’50 €, en tema de fiesta no se privan de nada, quieren bebérselo todo.

Yo enseguida lo veo y les marco las pautas, o se unen con todas o se quedarán fuera. Ni una cosa ni la otra, reconozco que en este aspecto se están aprovechando de nosotros para conseguir mejores precios de transporte, de hostels o de excursiones pero a la hora de pagar van por libre. Decido aprender y tomármelo con diplomacia, quizá lo fácil fuera mandarlos a tomar por culo y que se fueran a su bola si es lo que quieren, pero a la vez pienso que el resto del grupo quizá quedaría afectado o podría generarse mal rollo y cada vez que me tocan los cojones más de la cuenta respiro hondo y busco la situación en la que enfrentarme a ellos a solas o con la menor de las discusiones públicas. Ellos me han cogido la medida, yo me estoy dando cuenta pero no puedo caer a su altura; son unos niños intrépidos, con idiomas, con descaro y jetas, deduzco que vienen de familias acomodadas y no tienen reparo en presumir del dinero de las mismas cuando se da la ocasión. Pero también son muy inteligentes, me gustaría haberme visto la cara cuando me dijeron que se estaban leyendo la Biblia y el Corán, que les fascinaba el mundo árabe y que les gustaba aprender todo lo relacionado sobre el mismo. Al final nos hemos llevado bien, me encanta aprender de la gente diferente a mi y esta situación me ha aportado mucho. Gracias pequeños.

 

Despertamos a las 7 y pico, algo no habitual en los últimos días, buscamos un café y enseguida nos dan las 9, hora de quedada con nuestras guías “saperas”, vienen 3 con nosotros, somos 11 personas y ven aquí un buen nicho de negocio y así se lo transmito al grupo, no nos tienen que dar pena en ningún momento porque ellas están trabajando, hemos acordado un buen precio para ambas partes por tratarnos bien durante los próximos dos días pero no por lo que vamos a ver tenemos que caer y comprarles más productos de la cuenta, lo que necesitemos y al precio que creamos que está bien pagado. Ellas son muy pícaras y se las saben todas, acuñamos rápidamente su mejor expresiòn porque a cada cosa que hacemos o les pedimos nos responden “1 dólar, 1 dólar, 1 dólar”, y esto es mezcla de cachondeo pero también de seriedad.

Tenemos 9 horas por delante de trekking entre arrozales por las montañas más bonitas que podamos estar nunca, la vamos gozando, caminamos lentos, tranquilos, despacio, dándonos cuenta que estamos viviendo un momento que vamos a recordar el resto de nuestros días, esto sí que no es rutina, incluso hay momentos de silencio, como si cada uno de nosotros fuéramos encontrándonos con nosotros mismos y dándonos cuenta del verdadero camino, impresionante transitar por estos parajes en silencio…

Visitamos una pequeña escuela en la montaña e interactuamos con sus niños, es otro de los  momentos del viaje, quizá sea el momento del recreo por la ausencia de profesores y puesto que la mayoría están jugando, la mayoría menos ella, a todos nos llama la atención una niña barriendo un aula sin distraerse un ápice con nuestra presencia, está tan metida en su papel que no levanta la mirada de su trabajo mientras el rato que estamos allí.

Paramos a comer y Tania no encuentra su cartera, hace un rato hemos comprado algunas pulseras a unos de los tantos niños que salen en nuestro paso intentando venderlas y aquí se le ha extraviado… Vuelve con una de nuestras guías saperas en su búsqueda y al cabo de un rato la encuentran. Si seguimos así Tania sola va a agotar todos los pétalos de la flor en el culo.

Llegamos a un mirador, al mirador de los miradores, nos ponemos a hacer fotos chorras en diversas posturas tanto de grupo como individualmente, hay un salto muy bonito que con un pequeño truco fotográfico queda una foto de ensueño, y allí que vamos Agus, Espi y yo, y Vanesa, al ver la foto se vino arriba y decidió saltar, según apoyó se dio cuenta inmediatamente de lo que se le venía encima, su rodilla maltrecha se resintió y tuvo que continuar los últimos kms. de la etapa de trekking apoyándose en nosotros y los tramos más transitables en moto.

Llegamos a la casa de la matriarca de nuestras guías en Tavan, una cabaña de madera entre arrozales donde más tarde cenaríamos y pasaríamos la noche, Vanesa ya estaba agobiada, llorando por momentos y lamentándose de aquélla inoportuna decisión, apenas podía moverse. Poco a poco íbamos asumiendo la situación entre cervezas mientras nos preparaban la cena, al poco estábamos degustando unos exquisitos rollitos de primavera vegetales, unas judías verdes y un delicioso arroz con col, estábamos flipando con la cena que nos habían preparado en aquella cocina rudimentaria donde los cacharros brillaban por su ausencia. Después nos sacaron un licor de arroz para rematar y amenizar la faena, y vaya si lo consiguieron: desde el primer día había quedado claro que como grupo nos gustaba bastante el cachondeo sin necesidad de cervezas ni alicientes diferentes, éramos un grupo muy risueño que nos reíamos por todo, de todo y con todo, y eso se notaba en el ambiente. Pero esta noche fue especial, fue auténtica, dormir en las montañas entre arrozales en esa cabaña maltrecha con Vanesa lesionada nos tenía las emociones a flor de piel y las sacamos todas, lo dimos todo bailando, cantando y haciendo el bobo como nunca, nos reímos y lloramos todos con todos e incluso hasta la propia matriarca se “hartó” de nosotros porque veía que no teníamos fin y quería irse a descansar. A sus 60 años y después del paso nuestro por su casa estoy convencido que pediría la jubilación..

La noche fue toledana, nuestros cuerpos no estaban acostumbrados a dormir en tablas de madera, sin apenas almohadas ni mantas y con gatos relamiéndonos la cara cada vez que nos despistábamos, así que nada, no nos quedaba más remedio que asumirlo y dar por hecho que en algún momento amanecería y podríamos emprender nuestro regreso. Todos menos “Cesto”, esa sí que dormía bien.

Mientras nos preparaban el desayuno llamamos al seguro de viaje para empezar a mover los hilos de Vanesa, y ella en una moto y yo en otra regresamos al pueblo cuanto antes para acercarnos al hospital y evaluar los daños de su rodilla. Los demás continuarían la etapa de trekking de vuelta a Sapa tal y como estaba previsto.

En el hospital nos confirman que no hay rotura, tan sólo una contusión por el golpe y nos aconsejan reposo, así que nos volvemos para el hostel y, faltando aún 11 días de viaje, decidimos que lo mejor es mover los hilos para irse cuanto antes a reposar a su casa.

Llega el resto del grupo, les informamos de la situación y les explico todo lo mejor que puedo el plan para ellos para que continúen el itinerario previsto; cuando digo plan me refiero al plan que tengo en mente y que intento aplicar sobre la marcha, igual que desde el principio, porque en ningún momento hemos dejado nada reservado y vamos adaptándonos a los tiempos del viaje, a lo que nuestros propios ritmos nos piden para movernos e ir visitando todo aquello que nos apetece. Se lo explico mientras tomamos una cerveza antes de despedirme de ellos no se si por un día o por alguno más. A estas cervezas decide invitarnos Lorena, decisión que nos irá marcando el resto del viaje…

Ellos continúan hasta Halong Bay y Vanesa y yo regresamos a Hanoi para tomar allí su vuelo para España.

Vanesa es genial, todos estamos aquí gracias a Vanesa: cuando volví de África y decidí subir varias fotos a facebook con la intención de recaudar fondos para uno de los orfanatos de Tanzania ella fue la primera persona que me hizo llorar, apenas había dado al botón de compartir cuando recibí un mensaje de alguien desconocido que donaba dinero desde Noruega y que no quería que le enviara las fotos porque los gastos de envío eran demasiado caros y prefería lo ahorráramos para los diferentes proyectos… hoy es fácil tener algún mensaje más de estos, pero aquél fue el primero, el que encogió mi corazón haciéndome ver que había gente que creía en esto y que quería vivir viajando ayudando así. Vanesa y yo nos hemos puesto cara en este viaje, pero hemos hablado tantas veces que ya éramos amiguísimos sin conocernos. Vanesa es de Alicante, valiente, decidida y arriesgada a vivir como quiere, por eso se gana la vida en Noruega en lugar de en su tierra en una gran empresa española a la que decidió dar portazo porque no comulgaba con sus principios.

Tenemos tiempo y decidimos ir al aeropuerto en moto, total ella se va ahora mientras a la vez desde Halong está volviendo Lorena para hacer unas gestiones burocráticas, con lo cual según dejo a una voy a buscar a la otra. Y me pone conducir una moto en Hanoi, aquí es el master de los masters, es increíble ver esta cantidad de tráfico y no ver ningún percance aunque sabemos que los hay, las estadísticas están ahí y no son pocos los muertos en accidentes de tráfico. A mitad de camino decidimos parar a poner gasolina para evitar disgustos, me acuerdo que la mayoría de los indicadores de fuel no funcionan y aunque éste parece que sí e indica medio depósito preferimos no fiarnos así que no nos cuesta nada llenarlo…

Nos cuesta, claro que nos cuesta, la llave no gira en ninguna dirección, ni para arrancar ni para abrir el depósito de gasolina, después de 10 minutos nos entra algo de desesperación y con Vanesa coja apoyada en una farola me lanzo a la calle en busca de un taxi, según para le pregunto el precio y mi vicio por regatear se olvida de la situación hasta que miro para atrás y Vanesa sin llegar a pronunciarlo me está mirando con cara de “pero qué cojones haces, que pierdo el vuelo!!!!”; cedo, me jode pero cedo y aceptamos el precio que nos ha dicho a la primera. Ciao Vanesa, viajaremos de nuevo.

Recojo la moto y me la llevo a cuestas a un taller que me han dicho que está al lado, después de casi 10 minutos cargando con ella decido parar, enviar un mail al hostel donde la había alquilado para ver si me daban una solución y ver qué podía hacer. Intento girar la llave una y otra vez y lo acabo consiguiendo, ha vuelto a arrancar, no se si llegaré con la gasolina, pero tiro hacia el hostel antes de ir a buscar a Lorena para que me la cambien. Llego sin problemas, veo que el recepcionista ha leído mi mail porque aunque está muy empanado y apenas sabe inglés me pide disculpas, le pongo cara de enfado y le ruego que me la cambie a la vez que me diga dónde llega el autobús de mi amiga desde Halong, indaga y me da una dirección a 8 kilométros… 8 kilométros por las avenidas atascadas de Hanoi son un infierno, pero un infierno que me encanta, así que no me queda otra y me voy para allá. Lorena no tiene conexión de datos, así que no consigue decirme dónde ha llegado hasta que no consigue un wifi, y lo consigue justo cuando yo llegó a los 8 kms. del hostel donde se supone que llegaba, se supone, porque de nuevo me gustaría matar al empanao del hostel ya que me ha mandado a tomar vientos cuando a Lorena la han dejado justo al lado del mismo!!!!!

Vuelvo, me encuentro con Lorena 1 hora después, nos damos un abrazo mientras me dice el día y medio de mierda que lleva, me echo a reír y le digo que venga, que vamos a ducharnos y a gozar de Hanoi como merecemos, que aquí hemos venido a esto, a gozar!

No es hasta ahora mismo, tomando cervezas con ella, cuando nos escojonamos a tope, con esto y con otras cuantas bobadas, llevamos día y medio sin gozar como es debido y ahora ya toca, y ya que nos hemos perdido por diferentes motivos la excursión de Halong pues por lo menos vamos a gozar de Hanoi.

Lorena ha vuelto porque cuando decidió invitarnos a esas últimas cervezas en Sapa a la vez decidió que hiciéramos un “Master en gestiones burocráticas internacionales” y vaya si lo estamos haciendo, de hecho lo vamos a patentar, perdió el pasaporte…

Amanece el viernes y nos lanzamos andando a las calles de Hanoi camino de la Embajada para tramitar uno provisional, no obstante nos han mandado un mail del hotel de Sapa diciendo que le ha aparecido la cartera con todas sus cosas, justo en la puerta donde parece que las perdió, y que somos bienvenidos de nuevo. Sapa está a 5 horas y media de Hanoi, meternos a estas horas otras 11 horas y pico entre aquí y allá pudiendo hacer todos los trámites a través de la Embajada no acabamos de verlo claro, así que nada, tiramos p’alante con el plan previsto y nos olvidamos de su documentación original.

En la Embajada nos tratan muy bien, aquí sí que percibimos un trato correcto, cercano y necesario en este momento, pero no conseguimos acabar todos los trámites hasta las 3 y pico de la tarde. Bueno, nos da igual, total no tenemos nada mejor que hacer, a ambos nos gusta andar así que entre unas cosas y otras seguimos gozando de Hanoi. Salimos con los deberes hechos y con la sensación de habernos quitado un peso de encima. Por momentos caímos que quizá necesitábamos de una denuncia policial por robo o pérdida de pasaporte para corroborar la documentación que nos habían facilitado en la Embajada, intentamos ponerla en 3 comisarías sin conseguirlo, así que desistimos, total, ya teníamos pasaporte y visado de salida.

Lorena y yo también nos conocimos por redes sociales, me vio en fotos con negritos y dijo “éste es de los míos”, da la casualidad que cuando nos conocemos ella acaba de llegar de Kenia, de visitar el maravilloso proyecto que la ONG española Afrikable tiene allí para el empoderamiento de la mujer; sólo los que hemos estado allí sabemos la energía que aquéllo te aporta, así que ella la usó para continuar viajando y ayudando a la vez y no dudó en ningún momento atar todos los cabos y venirse a esta aventura.

Lorena es encantadora, es de esas personas que brillan por su ausencia, me ha contado su historia y me ha dejado flipado, nadie en su situación hubiera actuado como lo hizo ella así que eso la engrandece más si cabe. Conectamos enseguida, nos unen muchas cosas y nos damos cuenta rápido, estoy seguro que vamos a vivir muchas aventuras JUNTOS.

Acabamos el día con otros 22 kilómetros andados así que nos vamos a reventar la cama del hostel, mañana nos reencontramos con el resto del grupo y acaba nuestra aventura vietnamita para adentrarnos en Camboya, o eso creemos…

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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