ARGENTINA, más allá del tango y boludeces
Septiembre de 2011, con bastantes vacaciones pendientes de disfrutar, desde el mismo despacho de la oficina del banco en el que trabajo chequeo varios vuelos y cuando creo tener la mejor oferta saco la tarjeta y pago. Apenas 2 meses después comienza un nuevo idilio viajero por Sudamérica por un país que solo su capital es más extensa que España y donde podré ir relajado por el idioma y comprobaré si realmente su carne es la mejor del mundo.
Enero de 2019, llevo 6 años ya fuera del banco, cambio el trolley por la mochila y consigo un billete solo de ida para Buenos Aires 15 días antes de que llegue el primer grupo que confía en Juntos Mola Más para iniciar un nuevo proyecto, proyecto que sin yo saberlo y ni siquiera intuirlo empezó a fraguarse hace 4 años por las costas de Lamu (Kenia), donde coincidí con Verónica (argentina y residente en Buenos Aires) mientras visitaba un proyecto de empoderamiento de la mujer a través de la ONG española Afrikable.
Estoy ilusionado pero a la vez un poco tenso y nervioso, Argentina es un país inabarcable, con una economía en crisis permanente pero no precisamente barato para el turista, así que tenemos que depurar un buen plan de viaje para disfrutar a tope las 3 semanas que nos esperan. En el aeropuerto me espera un primo de mi madre al que no conozco, pero cuando se entera de mi visita no duda en facilitarme todo y junto a su mujer e hijo me abren las puertas de sus casas como si fueran mías, me siento tan bien que lo que sólo iban a ser 2 noches al final se convierten en 15…
Verónica me pone en contacto con Analia y Martin, dos ex-compañeros de trabajo en el Ministerio de Asuntos Sociales quiénes conocen de primera mano la provincia más pobre de Argentina, Misiones, y las necesidades más básicas de las comunidades indígenas que aún la habitan. Me hablan de los caciques de varias, lo que vienen a ser los equivalentes a nuestros alcaldes, y con ellos es por donde empezamos a hablar para ver cómo podemos ir de la mano cooperando en su desarrollo. Desde Buenos Aires es un poco complicado plantear la visita del grupo sin conocer previamente el terreno, así que me organizo para visitarles previamente, reservo un vuelo, un coche de alquiler y recorro en 3 días más de 700 kms. desde Posadas hasta Iguazú visitando diferentes comunidades y charlando con sus respectivos caciques.
Es uno de ellos quien me habla de Diego, el profesor de las escuelitas de la zona donde se reúnen los niños de varias de las comunidades, y es en quién sin conocerlo veo una puerta entreabierta con quien poder charlar y averiguar todo lo posible de una manera más objetiva e imparcial más allá de los caciques. Así que monto a Marcos en mi coche, el cacique de la comunidad El Soberbio, y nos vamos a la localidad de San Vicente directamente a casa de Diego. Hoy es fiesta y en su casa sólo nos saluda su perro, con lo cual de momento tendré que esperar para ponerle cara.
No obstante consigo su WhatsApp y le escribo para presentarme mientras le comento la idea de visitar la zona de su mano en unos días, apenas le doy mucha información de nuestras aspiraciones para no caer en expectativas erróneas. Una de las cosas más importantes al principio de cada proyecto es no transmitir una imagen de héroes ni salvadores de nada ni nadie y, por supuesto, no dar datos económicos sobre lo que podemos y debemos hacer; la clave fundamental está en ir poco a poco, muy pole pole escuchando y dejando que fluya todo lo que de alguna manera podemos cambiar y mejorar sin ninguna intervención majestuosa.
Regreso a Buenos Aires con la tranquilidad que me da Diego, aún no nos conocemos pero tengo una sensación inmejorable; aquí me relajo y me siento como un auténtico porteño, ahora solo queda esperar a que llegue el grupo e iniciemos juntos nuestra nueva aventura.
Después de las 2 primeras semanas recorriendo la ruta 40 por la Patagonia, desde El Calafate a Bariloche incluso cruzando a Chile para descubrir las Torres del Payne, en el grupo hay ya muchas ganas de llegar a la selva y de conocer y analizar de primera mano qué podemos hacer, de cambiar el fresquito del Perito Moreno por el calor tropical de las cataratas de Iguazú,… y así aterrizamos en Posadas y emprendemos rumbo hacia la localidad de Dos de Mayo donde establecemos nuestra base de operaciones para los próximos días. Aquí nos espera Diego preparándonos un asado, a estas alturas no es lo que más nos apetezca puesto que llevamos una media de 4 por semana, pero en este caso la carne es lo de menos, lo que más nos ansía es el momento de escuchar y conocer a una persona que convive en una realidad muy diferente a la nuestra; sin apenas darnos cuenta estamos de sobremesa callados y embelesados escuchando diferentes rutinas, modos de vida y anécdotas aborígenes, a esto le acompaña un tono de voz bajito, dulce y cautivador que hace que todos estemos en silencio (muy complicado) mientras él poco a poco nos va enamorando uno a uno.
Son 2 horas de digestión pausada y emocionante que hace que nos vayamos a dormir con unas ganas enormes porque amanezca cuanto antes y poner rumbo a las diferentes comunidades que Diego quiere que conozcamos.
Empezamos por la comunidad de Caramelito, el camino en el bus (y en cualquier vehículo a motor) es intransitable así que hemos de bajar y recorrer durante una hora y media el último tramo mientras Diego nos cuenta impasible que a veces se le hace de noche y al regresar teme por si le pica una víbora…
Nos sentamos un rato con el cacique Elvio Olivera, no se expresa demasiado bien y la charla se hace poco amena, pero es a lo que hemos venido y toca tirar de paciencia. Mientras Diego, junto con dos de nosotros, está preparando un guiso con el que luego departiremos todos juntos. Estamos en período de vacaciones y durante estos 2 meses Diego intenta venir mínimo 1 vez por semana a las diferentes comunidades para cocinar unos guisos contundentes y que los niños, cuando comiencen de nuevo las clases, no lleguen demasiado desnutridos.
De aquí no solo comen los niños, sino también los padres, hermanos, abuelos y todos los que componen esta pequeña comunidad. Éste es uno de los momentos donde más me toca concentrarme: siempre he sido muy escrupuloso y, aunque he evolucionado bastante, aún me cuesta compartir ciertas cosas, por ejemplo una cuchara, así que aprovecho para hacerme el remolón y apenas probar la comida aprovechando que tenemos que compartir entre todos el poco ajuar del que disponemos. El guiso es bastante copioso y abundante de manera intencionada para que sobre y así que lo puedan aprovechar en los próximos días.
Recogemos los bártulos y nos dirigimos hacia la comunidad de Ygua Pora, aquí el camino es muy parecido y es otra hora larga la que tenemos que andar para llegar, pero no solo no nos quejamos sino que vamos disfrutando de un entorno salvaje, precioso y un atardecer inolvidable. Aquí compartimos una merienda de chocolate y dulces con todos los integrantes de la misma a la vez que comprobamos las instalaciones en las que viven: cabañas de madera sin luz ni agua y que si te descuidas se pueden derrumbar a la mínima, de hecho cada vez que hay ciertas inclemencias meteorológicas tienen que reconstruir gran parte de ellas.
Cae la tarde y toca regresar; ahora, recorriendo la selva de noche, es cuando nos acordamos de Diego y sus bonitas historias de víboras,…
Amanece y prontito salimos hacia la comunidad de Chafariz, mismo entorno y mismo camino andando, esto es selva pura y los coches por aquí no tienen lugar, ojalá siga así mucho tiempo más allá de un desarrollo sostenido y sostenible sin socavar su hábitat natural.
Disfrutamos anonadados de la imagen del viaje: hemos venido en varias tandas trayendo material y víveres tanto para la jornada de hoy como para los próximos días, Diego llega el último y, cuando los niños le avistan, dejan todo lo que estaban haciendo y salen corriendo camino abajo hacia él para darle un abrazo y encaramarse a cualquier parte de su cuerpo… Después nos miramos entre varios de nosotros sin cruzar ni media palabra y diciéndonos todo con la mirada.
Cuando tuvimos la oportunidad de comentarlo con él nos confesó que ni siquiera se había dado cuenta. Diego es pura humildad, pone su coche destartalado y su tiempo a cambio de nada, aquí es cuando florece el verdadero significado de la palabra solidaridad.
La jornada toca a su fin, hemos visto y sentido bastantes cosas en estos días y ahora toca sacar conclusiones conjuntamente para, en la medida de lo posible, mejorar un poquito la vida de esta gente, sobre todo de los niños.
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